miércoles, 4 de agosto de 2010

Ese otro laberinto

Cargados sobre los hombros de O. P. admitimos que el hombre porta en si otro laberinto.

Constituye entonces una dialéctica de la soledad que es su propio drama.

“La soledad es el fondo último de la condición humana.”

En ese otro laberinto se pierde la intimidad de la conciencia:

“Nuestra soledad tiene las mismas raíces que el sentimiento religioso. Es una orfandad, una oscura conciencia de que hemos sido arrancados del Todo y una ardiente búsqueda: una fuga y un regreso, tentativa por restablecer los lazos que nos unían a la creación.”

Y entre esta soledad y aquel encuentro esta la búsqueda de comunión un ir mas allá de la nostalgia de una separación irremediable que marca nuestro origen, la génesis de lo humano en su caída en el mundo, desgarro esencial, que nos impulsa hacia una praxis que nos instituye como animal simbólico.

Esta dialéctica nos dice O. P. es la tensión entre un castigo y la promesa del fin del exilio, pena y esperanza ligan al ser en su condición mundana.

“En cada hombre late la posibilidad de ser o, más exactamente, de volver a ser, otro hombre.”

De aquella praxis da cuenta la escritura, aquella que hace al escritor en tanto lo posee. Algo de la esperanza está en ella, la otredad, que sueña que sueña cerca del amanecer.

Siempre hay otra orilla, o por lo menos así nos gusta creer.

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